Taylor Simon Maxwell, criado en una familia judía, experimentó una transformación en su identidad religiosa y sexual cuando fue cuestionado sobre su homosexualidad. Antes de esto, no tenía conocimiento de Jesucristo ni de la gracia salvadora, pero ahora se identifica como judío seguidor de Jesús.
A pesar de su educación religiosa judía, Taylor se sintió avergonzado y confundido acerca de su identidad masculina, hasta que fue enviado a una escuela cristiana privada. Su infancia implicaba celebrar festividades judías y estudiar hebreo, pero no encontró sentido en rituales como el bar mitzvá, que buscaba iniciarlo en la ‘edad masculina’.
“Ardí de deseo gay durante años. Era mi secreto más profundo y oscuro. Me odiaba y me avergonzaba. Y, sinceramente, no tenía un sentido claro de mi propia identidad masculina», confesó.
“Irónicamente, unas semanas después de comenzar séptimo grado, después de escuchar la explicación de la realidad del Evangelio, comencé a preguntarme si Jesucristo era realmente el Hijo del Dios vivo”, contó.
“Después de luchar con lo que creía (el judaísmo), fue al final del año escolar de octavo grado que finalmente decidí entregar mi vida a Cristo como mi Señor y Salvador”, añadió.
Taylor, como nuevo creyente, enfrentó problemas relacionados con su atracción por hombres y luchó en secreto contra pecados sexuales. Aunque se prometió reservarse para el matrimonio, se sintió avergonzado, pero Dios comenzó a revelarle la raíz de sus deseos homosexuales durante su viaje de sanación.
Él como autor de la novela «The Wishing Tree» utilizó la metáfora de un árbol para describir su lucha homosexual, destacando que la vida de un árbol está en sus raíces. A pesar de sentir vergüenza y mantener en secreto sus deseos, Taylor comenzó a descubrir que estos tenían su origen en heridas en su alma.
Taylor aprendió que Dios no lo creó con deseos homosexuales, sino que estos surgieron como resultado de heridas internas que intentaba sanar de manera equivocada a través de la sexualidad.
Durante su adolescencia, Taylor desarrolló deseos homosexuales como una forma de lidiar con una crisis de masculinidad y de sentirse perteneciente al mundo masculino, aunque siempre se sintió inadecuado en comparación con los hombres.
Dios le ayudó a Taylor a sanar sus heridas emocionales y a comprender que no era pecado querer encontrar su identidad masculina y conectarse con otros hombres, pero sí lo era intentar satisfacer esas necesidades de manera sexual.
La sanidad vino al entender y satisfacer las verdaderas necesidades de su corazón.
“Siempre pensé que, en un mundo de hombres, si se conociera mi secreto, sería rechazado. No podría estar más equivocado. En 2016, le confesé a mi primer mejor amigo el secreto guardado durante mucho tiempo que me había perseguido desde la infancia. Incluso después de escuchar mi confesión, me amó como a Cristo y continuó abrazándome como a un hermano. Ese día, mientras conducía a casa corriendo por la carretera, grité por la ventana: “¡Soy libre! ¡estoy libre! ¡estoy libre!», contó.
Taylor encontró amistades masculinas en la iglesia que le ayudaron a sanar su identidad masculina, superar la inseguridad y curar heridas de su infancia, lo que le dio libertad de sus deseos homosexuales.
A través del apoyo de amigos y del proceso de examinar su pasado, logró transformar su vida y sentirse valorado. Su experiencia le llevó a afirmar que Dios puede hacer lo mismo por otros, mostrándoles su valía y restaurando su masculinidad.
“El Señor me liberó de todo esto. Él transformó radicalmente mi vida, mostrándome mi valor, curándome de la vergüenza y restaurando mi masculinidad ¡Soy un hombre libre! Él lo hizo por mí. ¡Él puede hacerlo por ti!”, finalizó.