Seguir a Jesús implica renunciar a ciertas cosas del mundo, como el poder, el estatus y los placeres superficiales, para caminar en una dirección diferente, a veces en contra de la corriente. Aunque esto pueda ser difícil, la recompensa de seguirlo es incomparable: paz, propósito y vida eterna. Al elegir seguir a Jesús, encontramos el verdadero propósito de nuestra vida, viviendo con amor, fe y servicio, lo que nos lleva a una vida más plena y significativa.