Amado Padre que estás en el cielo, abre nuestros corazones para ver lo que es bueno en nuestras vidas. Que la luz de nuestros corazones alumbre con claridad, para que podamos ver, reconocer y vivir de acuerdo con lo que proviene de la eternidad y pertenece a nuestra verdadera naturaleza, traída a nosotros por medio de Cristo. Guárdanos de quedarnos ciegos y sordos por las experiencias que suceden. Ayúdanos a elevarnos por encima de ellas, incluso en el sufrimiento, y a esperar pacientemente por lo que se está volviendo nuevo y perfecto. Alabado sea tu nombre, para que también nosotros podamos decir: «¡Lo viejo ha pasado; vean, ha llegado ya lo nuevo!». Amén.
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