Amado Padre que estás en el cielo, te damos gracias por cambiar nuestros corazones, para que entendamos que somos tus hijos. Aun en medio de confusión y maldad, miedo y dolor, tú nos traes felicidad, sabemos que tu diestra nos sostiene y que al final nos librarás de todo mal. Permite que tu Espíritu obre en todas partes. Danos paciencia cuando se necesita tiempo en nuestros propios corazones y en los corazones de todos los pueblos, quienes también te pertenecen. Continúa fortaleciéndonos, para que incluso la carga más pesada no nos aplaste, y podamos regocijarnos en la esperanza, ya que tú enmiendas todo mal, para la gloria de tu nombre. Amén.
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