En este versículo, Dios hizo un requisito especial al pueblo: enviar la décima parte de sus ingresos al alfolí para sustentar a la casa de Dios. Este requisito no es sólo para satisfacer las necesidades de Dios, sino también una prueba de la fe y la obediencia del hombre. Dios quería que el hombre diera una parte de su riqueza como prueba de su confianza y obediencia a Dios para demostrar su confianza y obediencia a Dios. Tal ofrenda no es meramente un acto material, sino una ofrenda espiritual que expresa la obediencia y la confianza del hombre en Dios. Al diezmar, muestra que las personas creen que Dios es nuestro proveedor, creen en las promesas de Dios y creen en la gracia y las bendiciones de Dios. Es un acto de fe, de obediencia y reverencia a Dios. Sin embargo, el requisito de Dios no está exento de recompensa. Después de este requisito, Dios también hizo una promesa a los obedientes, diciendo que nos abriría las ventanas de los cielos y derramaría bendiciones sobre nosotros hasta que sobreabundaran. Las promesas de Dios son verdaderas y confiables. Cuando obedecemos la voluntad de Dios y damos una porción de nuestra riqueza, no solo estamos expresando nuestra fe y obediencia a Dios, sino que también le estamos abriendo las puertas de nuestras vidas para que Él pueda hacer cosas maravillosas en nuestras vidas. Dios derramará Su gracia y bendiciones sobre quienes le obedecen, permitiéndoles experimentar bendiciones y provisiones inimaginables en sus vidas. Se puede ver que dar un décimo no es sólo una responsabilidad y obligación, sino también un privilegio y una bendición. Mediante el diezmo, establecemos una relación más profunda con Dios, recibimos Sus abundantes promesas y somos testigos de Su gracia y provisión infinitas. Esto nos hace creer más firmemente en las palabras de Dios y confiar en Sus promesas, porque sabemos que Dios es fiel y cumplirá Sus promesas y no dejará que quienes le obedecen sufran carencia.
Por tanto, aprendamos a obedecer la voluntad de Dios, no sólo por Sus requisitos, sino también por Sus promesas. Si creemos en las palabras de Dios y en Sus abundantes promesas a quienes las obedecen, seremos testigos de las maravillosas obras de Dios en nuestras vidas y experimentaremos Su abundante gracia y provisión. ¡Que todos lleguemos a ser personas que obedecen la voluntad de Dios, recibamos Sus abundantes promesas y vivamos una vida abundante!