La ira y el enojo son la manifestación de la humanidad normal. Nosotros los cristianos también nos enojamos, porque aún vivimos en la carne. Probablemente seremos maltratados o encontremos irritaciones en nuestra vida, por lo que el versículo nos recuerda que no debemos pecar en lugar de no enojarnos. Entonces, ¿qué deberíamos hacer cuando nos enojemos? Independientemente de cuán enojados estemos, debemos aprender a estar callados ante Dios y llamarlo, pidiéndole que nos ayude. Cuando realmente dependemos de Dios y actuemos de acuerdo con las palabras de Jesús, tendremos paz y alegría en nuestros corazones.
Este versículo nos pide que no guardemos rencor a los demás, y mucho menos debemos albergar rencores por mucho tiempo. Aunque alguien nos ofende, debemos ser tolerantes y pacientes. Jesucristo todavía oró por sus enemigos después de que fue clavado en la cruz. Él realmente no albergaba resentimiento. Debemos aprender de Jesús ya que le pertenecemos a Él.